En los últimos tiempos, particularmente luego de pasar por una de las peores pandemias del último siglo, ha ido creciendo la percepción de que la vida es una sola y que cada uno tiene la responsabilidad de revisar cómo la está viviendo para aprovecharla mejor. Nos toca evaluar si la estamos viviendo o sobreviviendo.
La sensación de inmediatez se ha hecho más evidente y parece ser que los años vuelan. Y así es.
Han comenzado a enseñarnos lecciones para vivir mejor, muy especialmente desde las redes sociales. Hacer deporte, trabajar menos pero mejor, aprovechar el hoy, tomar agua, invertir en ti misma estando cuidada, linda, tener una dieta balanceada y sana, practicar yoga, hacer deporte, darte masajes, cuidar tus horas de sueño, ocuparte de tus hijos en calidad y no cantidad, no descuidar tu pareja, disfrutar de la naturaleza, tener al menos un hobby, cocinar en casa para que sea más sano el resultado y placentero el proceso. Hacer terapia, leer, indagar en los distintos coachings que hay. A estar conectados en un mundo que pasó a ser mucho más visual y digital y donde parece ser real aquello de que lo que no se ve no existe, practicando el famoso “desconectar para conectar” ante el uso y abuso de los celulares y las redes sociales.
Todas herramientas más que válidas, bien intencionadas y sobre todo sanas.
La pregunta es: ¿podemos como individuos hacer TODAS estas cosas e incorporarlas a nuestro diario vivir para tener la vida de nuestros sueños? ¿Podemos hacerlo todo? Y no solo eso: ¿a ti te sirve correr 5 km diarios (por solo citar un ejemplo) para tener una vida mejor y más saludable?
Creo que la clave es entender que debemos tener una vida más consciente y responsable con nosotros mismos, no con los demás. Es bueno que incorporemos prácticas saludables en la medida de nuestros gustos y posibilidades pero no podremos hacer todo, todo el tiempo. Tal vez lo mejor es ponernos metas más cortas y menos ambiciosas como tener 5 minutos por día para dejar la mente tranquila o ponernos 40 minutos diarios para hacer algo que honestamente amamos: cocinar, pintar, tomar mate en la vereda, estar con una amiga…….lo que sea.
Es imperioso reducir el estrés para tener una vida sana. Pero mi reducción de estrés puede no tener nada que ver con el tuyo.
Para mí tener una vida mejor ha sido trabajar menos y mejor. A los 20 y 30 ya trabajé 12 y hasta 16 horas diarias, pero esa etapa pasó y además hoy puedo trabajar desde mi casa reduciendo tiempos de traslados y minutos muertos. Para mí mejorar mi vida ha sido pasar más tiempo con mi hija, llevarla al club y esperarla haciendo nada, llevarla a diario al colegio y mirar con mayor atención como pestañea y se ríe.
Para mí una vida mejor es una vida más consciente; es aquella en la que puedo hacer algo creativo con mis manos, con pintura o papeles a diario, así sean 30 minutos. Escribir. Salir a caminar y ver los árboles y las flores y sacarles fotos, como hacen las “viejas locas”, cosa que ya soy.
No me manden a hacer más yoga que es precioso, pero ya probé y no es para mí. No me manden a hacerme masajes 2 veces por semana porque no puedo, preciso ese tiempo para hacer otras cosas que también me hacen bien. No necesito más médicos que me digan “tienes que estar más tranquila” sin darme la receta blanca para eso. En todo caso preciso profesionales que me den herramientas para conseguir paz y equilibrio conviviendo y aceptando mis miedos y limitaciones.
Paradójicamente yo he sido la que me las ingenié para estar más atenta, buscar ayuda e indagar en prácticas y terapias convencionales y otras alternativas que creí que me harían bien. Algunas fallaron, otras resultaron más o menos y otras fueron plenamente exitosas.
El 13 de marzo del 2020 salí de la agencia de viajes en la que trabajaba y nunca más volví. Una pandemia que acechaba se nos vino encima. Por 15 meses estuve totalmente detenida de mi actividad principal. Eso me hizo VER, replantearme cosas. Viví momentos de angustia, pero también de paz.
Siendo una persona que trabajaba largas horas desde hacía 22 años, me costó poder estar viendo a mi hija andar en bici en la plaza un miércoles a las 2 de la tarde y mucho más me costó disfrutar un mate al lado de la estufa un jueves a las 3 de la tarde. Sin embargo, me terminó encantando y me propuse vivirlo sin culpa, esa maldita culpa que me ha jodido toda la vida.
Fue un período incierto pero “cómodo ” porque la vida había dado un vuelco y había elegido por mí (luego entendí que no era tan así). Me puse a full con mi emprendimiento de talleres, caligrafía, journaling y diseño dando clases on line primero y presenciales después, ante una población ávida por aprender y hacer cosas nuevas con mucho entretenimiento detenido y fronteras cerradas. Me sentí impecable.
Volví a tomar largas caminatas, sin andar apurada y cuando caminaba hacía dos cosas: lloraba mucho, a veces con angustia y otras veces con rabia y cuando se me pasaba escuchaba música, miraba flores y plantas y les sacaba fotos con la cara de asombro de los bebés cuando empiezan a descubrir la vida misma.
La pandemia fue complicada para todos. En mi caso quedé paralizada en mi actividad laboral principal y fue raro adaptarme, nuestra familia quedó dividida por fronteras y aviones detenidos y mi padre transitaba un cáncer terminal. Por otro lado, yo hacía un proceso de transformación culpándome por lo que no había hecho y por el tiempo perdido. Todos reclamos tan absurdos como injustos para conmigo.
Estoy en un proceso de tener una vida más consciente donde soy mucho más buena y compasiva conmigo misma y no tanto con los demás. donde observo más, donde trato de no andar tan loca y distraída, donde no digo todo el tiempo “estoy a mil y estoy agotada”, donde pruebo técnicas distintas para reducir mi natural stress. Donde me doy más gustos, elimino pensamientos feos, me tomo descansos, duermo algunas siestas y me voy 1 o 2 días dejando a mi hija sin ninguna culpa.
Una vida consciente es una vida mejor.
Pero lo mejor para mí no será lo mejor para ti. Porque somos distintos. Porque hay que buscar tu bienestar. Porque para mí no es relajante correr maratones de Netflix ni correr maratones de 10 km o hacer retiros espirituales. ¡Eso puede ser sano y delicioso para otros y está bien!
Para mí es sanador tener la agenda mucho más libre el viernes para que el fin de semana sea un poquito más largo. Es tomarme un café con leche delicioso al atardecer, salir a caminar sin apuro o juntarme con amigas a almorzar y hacerlo improvisadamente. Son mis mañanas de domingo en mi estudio creando cosas entre papeles, planeando nuevos proyectos, cursos y talleres, escribiendo y sacando fotos. Llenarme de pensamientos buenos, oler el pelo de mi hija mientras duerme, tener en casa flores frescas cada semana, hacer pan y escribir en cuadernos suaves y hermosos.
Todos tenemos almas y esencias diferentes.
Busca lo que encienda tu alma que es única e irrepetible.
Bettina